sábado, noviembre 22, 2008

PRED




He estado bajo, bien abajo. He caído a oscuros laberintos, creía conocerlos, pero al parecer los laberintos son cambiantes. Y en este proceso he estado más despierto que durmiendo. Pero me acuerdo de dos sueños.

El primero era un viaje que realizaba una mujer a una alejada isla a pasar el fin de año con su familia। Navegaba en un antiguo lanchón con capitán y marineros viejos, ya curtidos en las artes del mar। Y el sueño era una especie de video clip। El capitán contaba su historia a través de una poderosa canción, una balada rock, tipo Tom Waits o Nick Cave। La letra de la canción era brutal y sofisticada. El capitán decía que le dolía aún ser lo que fue: un PRED, un predator. Relataba como abusó de la vida, de las personas y de las mujeres, y describía el enorme vacío que tenía en el corazón.

Cruzar el canal la paloma y llegar ahí, a una islita donde pareciera que el mundo no gira, o gira lo menos posible। Es tan lejos y hay que embarcarse en varios transportes, coordinar innumerables combinaciones para lograr el objetivo. En el viaje, no se si la niña, o el capitán, o yo que miro desde lejos, piensa: “muchas veces uno es un PRED, mata, toma, come y se va. Voy arriba de este viejo lanchón que conoció tiempos mejores, pero ahora sirve solo para hacer este viaje casi vació y subsidiado. No se porque llegue a este punto en que tengo que viajar tanto para estar con los que quiero, y el viaje es tan solitario”.

En el otro sueño, yo iba a Italia a algún tipo de trabajo periodístico. Íbamos varias personas. Ya estábamos en el trámite del aeropuerto y luego de pasar por los registros rutinarios, bajábamos a la losa. De pronto veo que viene un amigo que ha pasado largas temporadas en la cárcel. Viene esposado y me dice, “Patricio justo te vi cuando venias bajando las escaleras”. Yo le doy la mano y nos saludamos, pero sus gendarmes aceleran la marcha. Alcanzo a preguntar, sin respuesta, a uno de ellos para dónde llevaban al prisionero.

Luego, como me había atrasado de nuestro grupo corro hacia el avión. Era un avión pequeño y viejo. E intento subir y abordarlo, pero la puerta era pequeñísima, pienso que esa era la puerta para la entrada de los niños y busco otra puerta. La encuentro e intento entrar, pero cuando la abro veo que es una entrada vertical y tiene escaleras de diferente tipo. No es fácil siquiera poner un pie en uno de los peldaños para bajar y lograr los asientos. Desisto y de pronto me veo abajo del avión en momentos en que está despegando. Entonces comienzo a correr y me lanzo a agarrarme de uno de los fierros que ese avión especial tenía en su cola. Logro asirme e inmediatamente pienso bueno, ahora más arriba y a ingresar por algún lugar, mientras la avión comienza a apartarse de la tierra. En un momento intento desistir y bajarme, pero no puedo, uno de mis dedos ha quedado amarrado de un cable de este aparato. No puedo bajar ni avanzar. Me arrimó con una mano y la otra, la que está amarrada, la llevo a mi boca y me empiezo a safar del cable, mientras veo que el lugar por donde puedo entrar al avión se cierra de apoco y tengo que apresurarme, apresurarme, apresurarme.

Desperté, fui a nadar, pensé en ella. Y me acorde de mi cuerpo, mi corazón, mi mente, mi espiritualidad y toda la gente cercana. Todo aún en búsqueda del equilibrio.

viernes, noviembre 07, 2008

Provocador y aguafiestas

Soñé dos veces contigo. Fue una sorpresa para mí. La primera no recuerdo porque, pero no le presté atención. En la segunda tú habías venido y caminábamos y hacíamos cosas triviales. Yo me refugié en mi sueño de donde podría justificar frívolamente todo.

Dije, total estoy soñando, así que seguí avanzando en lo ucrónico. Pero en fin, deje o acepte, o no tuve más opción, y el sueño continuó.

Yo era terriblemente provocador y aguafiestas. Ni siquiera quería estar en ese sueño, pero no podía escapar. Tú que venías de tan lejos, me dabas un beso y entre labios, lengua, diente y saliva, me traspasabas una magia. Yo preguntaba por qué. Y tú respondías que antes de darme el beso, habías besado varias columnas y de allí habías obtenido la magia que me dabas de beber. Y que rebotaba como pulga dentro de nuestras bocas.

Después íbamos a dormir porque ya no queríamos más guerra. Y aparecía tu amigo, o tu hermano, o tu ex esposo, o novio, o enamorado, o tu padre. Y triceversa.

Y nos decían que su automóvil lo habían dejado aparcado debajo del estacionamiento del palacio de gobierno. Pero era tan tarde que ya había terminado el horario de atención y él y ella esperaban que alguno de sus amig@s o alguien pudiera sacar su auto por algún subterráneo de la sede Estatal.

El sueño desapareció o continuó a lugares imprecisos…

Luego desperté y quise contar lo soñado.

Era ya primavera, el final de la primera semana de noviembre en la zona austral. Y antes de salir de mi dormitorio, sentí la hasta ahora más grande de las necesidades de seguir durmiendo.

Y dudé en medio del sueño, en ese diminuto y casi inexistente momento, entre abrir o no abrir la puerta del dormitorio.

Pensé en contar que soñé que quería seguir durmiendo hasta más allá del final, cuando todos nosotros y nosotras desaparezcamos, y comiencen a crecer en la cerradura de la puerta, más que seguridades y llaves, musgos, insectos, vidas a las que nunca le prestamos atención.