viernes, noviembre 07, 2008

Provocador y aguafiestas

Soñé dos veces contigo. Fue una sorpresa para mí. La primera no recuerdo porque, pero no le presté atención. En la segunda tú habías venido y caminábamos y hacíamos cosas triviales. Yo me refugié en mi sueño de donde podría justificar frívolamente todo.

Dije, total estoy soñando, así que seguí avanzando en lo ucrónico. Pero en fin, deje o acepte, o no tuve más opción, y el sueño continuó.

Yo era terriblemente provocador y aguafiestas. Ni siquiera quería estar en ese sueño, pero no podía escapar. Tú que venías de tan lejos, me dabas un beso y entre labios, lengua, diente y saliva, me traspasabas una magia. Yo preguntaba por qué. Y tú respondías que antes de darme el beso, habías besado varias columnas y de allí habías obtenido la magia que me dabas de beber. Y que rebotaba como pulga dentro de nuestras bocas.

Después íbamos a dormir porque ya no queríamos más guerra. Y aparecía tu amigo, o tu hermano, o tu ex esposo, o novio, o enamorado, o tu padre. Y triceversa.

Y nos decían que su automóvil lo habían dejado aparcado debajo del estacionamiento del palacio de gobierno. Pero era tan tarde que ya había terminado el horario de atención y él y ella esperaban que alguno de sus amig@s o alguien pudiera sacar su auto por algún subterráneo de la sede Estatal.

El sueño desapareció o continuó a lugares imprecisos…

Luego desperté y quise contar lo soñado.

Era ya primavera, el final de la primera semana de noviembre en la zona austral. Y antes de salir de mi dormitorio, sentí la hasta ahora más grande de las necesidades de seguir durmiendo.

Y dudé en medio del sueño, en ese diminuto y casi inexistente momento, entre abrir o no abrir la puerta del dormitorio.

Pensé en contar que soñé que quería seguir durmiendo hasta más allá del final, cuando todos nosotros y nosotras desaparezcamos, y comiencen a crecer en la cerradura de la puerta, más que seguridades y llaves, musgos, insectos, vidas a las que nunca le prestamos atención.